Imaginemos por un momento que podemos satisfacer todas las necesidades de nuestra mascota a plenitud, sin someterlo a situaciones incómodas o que pudieran generarle estrés, garantizándole una vida feliz, lejos de cualquier malestar posible. Suena paradisíaco, ¿no crees?.
La idea de tener a un perro 100% libre de estrés, malestar, incomodidad, dolor y enfermedad, entre muchos otros, es un sueño en muchos, si no todos, los dueños de perros. Sin embargo, la realidad nos golpea en la cara una y otra vez, para despertarnos de ese sueño inalcanzable e inadecuado. El estrés es necesario para la vida, erradicarlo es una utopía que serviría para alimentar escritos de Aldous Huxley o Kim Stanley Robinson.
Podría dar una definición biológica y psicológica del estrés y dar ejemplos donde es imposible separar la existencia misma del estrés. Sin embargo no es el propósito de este texto. Quiero que nos ubiquemos bajo la idea que consideramos el estrés como algo malo, que merece ser minimizado a toda costa cuando concierne a nuestros mejores amigos de cuatro patas. ¿Qué nuestro perro se tense, se incomode, se estrese?. Es, para muchos, inaceptable. Y los intentos de aplacar a toda costa el más mínimo malestar en nuestros perros, se convierten en avalanchas de cancelación que apuntan a cualquier educador canino que use un mínimo de estrés en el perro.
Para evitar malos entendidos, me siento en la obligación de dejar claro que todo acto de maltrato a los perros debe ser denunciado ante las instancias establecidas para ello. Sin embargo, no estoy hablando de esos escenarios, me refiero a aquellos educadores que podrían hacer algo de presión en el sacro del perro para propiciar un sentado, que usan un collar en vez de un arnés o que realizan correcciones destinadas a frenar ciertos comportamientos. Estos educadores son fuertemente criticados por aquellos que proponen una educación libre de aversivos y adiestramiento hands-off (ya que "tocar" al perro para que haga algo podría ser considerado maltrato).
¿Por qué tanto afán de suprimir aquello que consideramos aversivo?
Es una tendencia natural del ser humano, sin embargo, para dar respuesta a esta pregunta voy a proponer una comprensión basada en el psicoanálisis, ubicándonos en la segunda tópica de Freud.
Freud planteaba la existencia de tres instancias mentales
El ello
Su contenido es inconsciente y consiste en la expresión psíquica de las pulsiones y deseos. Es la instancia más primitiva cuyo contenido concierne a lo heredado, lo innato o lo constitucional. En esta instancia operan las pulsiones, conformadas por dos diferentes proporciones de aquello que Freud considera las "dos fuerzas primordiales". Estas fuerzas se proponen como contrarias pero, a su vez, inseparablemente unidas. Por un lado el conjunto de impulsos sexuales y de autoconservación denominada pulsión de vida y aquellas definidas como la tendencia de todo lo vivo retornar a un estado inerte, conocida como pulsión de muerte. Es la parte de nosotros que de verdad desea matar al jefe que odiamos así como aquella que disfruta de la destrucción o la agresión.
El yo
Esta instancia psicológica gobierna los movimientos voluntarios, lleva a cargo la atención a las pulsiones provenientes del ello y evaluar si se pueden satisfacer o si deberán ser reprimidas. Asimismo, gestiona las demandas del superyó. Imagínalo como un agente aduanal está evaluando constantemente si la pulsión puede descargarse o no al mismo tiempo que debe de cumplir con lo esperado por sus supervisores. Es donde se aloja el conflicto de "quiero, pero no puedo".
El superyó
Es la instancia moral, enjuiciadora de la actividad yoica. Surge como resultado del roce del individuo con la sociedad, constituye la internalización de las normas, reglas y prohibiciones. Esta instancia contrarresta al ello, representa los pensamientos morales y éticos.
Ilustraremos las tres instancias con el fin de ejemplificarlas, entendiendo que el ejemplo no abarca completamente la definición, sin embargo, nos ayudaría a comprender los conceptos.
Ahora bien, quisiera poner el foco en cómo el yo maneja las pulsiones que vienen del ello.
Las pulsiones sexuales y agresivas pulsan con fuerza para lograr su satisfacción, sin embargo, no es posible dejarles salir cuando lo deseen, dado que no somos animales salvajes satisfaciendo nuestros deseos donde y cuándo queramos. Por lo tanto mantenemos reprimidas las pulsiones sexuales y agresivas. Y de este modo nos hemos inventado infinidad de reglas, normas y mecanismos para mantener lo sexual y agresivo a distancia.
El colectivo funcionando como un aparato mental
Esta noción, esencial en el humano, de mantener a raya las pulsiones sexuales y agresivas la podemos encontrar en manifestaciones de la cultura como las religiones, leyes, reglamentos y otros similares. Sin embargo, por más que intentemos alejarnos de estos contenidos que nos causan angustia, estos retornan una y otra vez, para recordarnos constantemente que están allí y es imposible deshacerse de ellos.
Ahora bien, bombardeados de noticias sobre sexualidad y agresión en los noticieros, en nuestro grupo de amigos, en las redes sociales y en la familia, los niveles de angustia nos han llevado a querer desesperadamente encontrar un escenario donde pudiéramos erradicar o suprimir los contenidos sexuales y agresivos, soñamos con un dispositivo como el chip de Arkangel en Black Mirror (S04E02) o poder cancelar todo aquello que nos genera incomodidad.
Es allí donde volteamos la mirada hacia nuestro perro y en un intento de encontrar un lugar donde podamos erradicar los contenidos sexuales y agresivos, empezamos a hacer campaña por darle a nuestros perros una vida con cero estrés, malestar, incomodidad o angustia ya que nosotros no podemos tenerlo. Entendamos que el promover a ultranza una vida con cero estrés en nuestros perros habla más de nuestra necesidad como persona y colectivo que del propio perro.
Por más angustiante que nos parezca, debemos comprender que el estrés, la incomodidad, el malestar, la agresión, la sexualidad y la angustia son parte de la vida y al igual que Sara (ver Black Mirror), no aprender a gestionarlos adecuadamente hace más daño que bien en el mediado a corto plazo.
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